Una mala maña

Yo pensaba que Fernández Retamar había muerto hacía muchísimos años.

Fernández Retamar en una Casa de las Américas golpeada por el Huracán Irma. A su izquierda está la grandísima Ana Niria. Septiembre del 2017.

Fernández Retamar en una Casa de las Américas golpeada por el Huracán Irma. A su izquierda está la grandísima Ana Niria. Septiembre del 2017.

Cuando me dijeron que nos juntaríamos con Fernández Retamar en septiembre del 2017, entre un huracán Irma que destruyó la Habana en la que nos encontrábamos y un huracán María que destrozó el Puerto Rico en el que no estábamos, yo pensé que hablaban de otra persona, algún hijo o sobrino. Juraba que Fernández Retamar había muerto muchos años antes. Se lo dije a alguien y se rieron pensando que era un chiste. La verdad que no. Lo pensaba bien muerto, como por alguna razón suelo pensar a la gente que leí en la universidad y que hicieron mella. Leí el "Calibán", sin mucho contexto, en la iupi y fue ahí que me tropecé por primera vez con el llamado de repensar la historia desde otro personaje, desde otra posición. Creo que fue el primer texto que me hizo pensar, de cierta manera, el Caribe. No leería La tempestad aún, ni la de Shakespeare ni la de Cesaire, pero sí vería alguna película del sesenta y me aprendería las famosas líneas de la lengua y la plaga roja.

 

De ahí en adelante seguiría encontrándome con el Calibán y sus revisiones cada tres o cuatro años, siempre en un contexto diferente, siempre con una lectura distinta, siempre pensando a su autor muerto. Excepto el año pasado cuando, después de finalmente conocerlo (“Alguien llame a Silvio para que de un conciertito”, “No, Retamar, Silvio no está en el país ahora mismo”, “¿Están seguros? Llámenlo a ver”), volví a leerlo con algunos estudiantes. Fue una sensación extrañísima. Uno lleva tantos años invertido en la muerte del autor y de repente te das cuenta que el libro tiene pulso y que respira, y qué cosa rara la vida. El asunto es que desde que me enteré anoche que Fernández Retamar ahora sí está muerto, no he dejado de escuchar el latido de su libro en mi librero, haciendo vibrar el estante.

 

(By the way, siempre he pensado que un apellido como “Retamar” sólo se puede dar en la vida; en la ficción siempre sonaría como too much).