Una mala maña

cuaderno de lecturas: un primer comentario sobre "stolen life" de fred moten

Leer Stolen Life de Fred Moten un julio y agosto del 2020 (1/3)

Naturaleza muerta con Stolen Life.

Me puse a leer Stolen Life de Fred Moten porque tenía una línea de In the Break, otro libro suyo que leí hace unos años, pegá. Era una pregunta de esas a las que Moten recurre como barrecampos, y decía algo como: “¿y qué si la pulsión de libertad es [una pulsión] conservadora?”. No sé por qué en vez de ir al libro en cuestión vine a este, del que había leído unos capítulos cuando salió, pero el punto es que lo hice.

Stolen Life es una serie de ensayos (en el sentido ensayar) sobre un montón de temas (desde Kant a la pedagogía, al WEB Dubois, al optimismo, al movimiento de boycott a Israel, entre otras cosas), pero en cuyo centro está la idea del “black study”, que para Moten es una aproximación crítica, lúdica, poética (un tipo de deconstrucción) a la blackness (diría negritud, pero hay algo particular a la experiencia del mundo anglófono) como construcción histórica, estética, política y en tanto esta se relaciona a la vida negra, al rechazo colectivo de la muerte social, a la filosofía, a la narración y a la política.

Pero, como decía, lo que me llevó al libro fue esa pregunta inicial sobre la libertad que Moten hacía en otro libro y que no sé por qué me imaginé debía repercutir en este. Porque realmente todo el mundo tiene cinco o seis temas, efectivamente, una de las reflexiones consistentes de Stolen Life gira en torno a la libertad; o en torno a todo lo que las libertades modernas (ya sea la de la filosofía, la de Kant; o la del sujeto soberano de la política moderna; o la de narración autobiográfica; o la de la ley, o la del capitalismo, etcétera) excluyen.

El primer ensayo, “Knowledge of Freedom”, abre precisamente con eso, con una reflexión sobre la ley, la razón y la libertad que surge de estas. Moten ofrece una lectura de una lectura de Kant que insiste en el hecho de que para ser racional, para “tener sentido”, Kant creía que había que limitar, domesticar, subyugar la imaginación. A la imaginación había que cortarle el vuelo, porque esta partía de una libertad anárquica que, dejada a sí misma, sólo producía sinsentido. O sea, la ley que estructura la razón y el sentido (el juicio), para Kant, implicaban el sacrificio del sinsentido en tanto libertad; el sinsentido en tanto presencia fugitiva. De ahí hay un montón de implicaciones acerca de la libertad salvaje del pensamiento y cómo, en el origen de la filosofía crítica, era necesario la domesticación de esta. Pero anyways, la reflexión de Moten eventualmente salta o fluye o deviene o contrapuntea o insinúa la manera en la que Kant hablaba del negro como, también, una fuerza descontrolada, que había que domesticar, subyugar. Kant es, para Moten, entonces, un amigo con el que pensar y un enemigo conta el cual pensar, al mismo tiempo, y de ahí empieza a tantear la relación que existe entre la imaginación y la idea (construcción, etc.) de la raza como el lugar de lo no-categórico, como lo que está fuera de la ley que garantiza la ley. La negritud es una figura que funciona conceptualmente de manera similar a la imaginación, a la Cosa, etcétera, como el afuera constituyente de un montón de asuntos claves. Moten tantea, también, la idea de la esclavitud racial (del siglo XVIII en adelante) como la materialización existencial de esta serie de exclusiones, de estos conceptos.

Todo esto es lo que es, y  Moten pasa a pensar con Du Bois, con Nahum Chandler, con Saadiya Hartman y otra gente más sobre cómo la experiencia de la blackness para personas cuya existencia ha sido definida por esta implica una diferencia an-original (sin original, el an como el prefijo en anárquico, lo que no tiene arkhe) que, explorada críticamente, obliga a o posibilita entender de manera más visceral (más epidérmica, también) todo esto; obliga a entender de una manera inaccesible para Kant que habitar lo negro es pasar de la resistencia del objeto a la insistencia de las cosas, de la existencia del impulso de libertad a la persistencia del escape—escapar en pos de una cancelación de las normatividades auspiciadas por el estado y las que este también auspicia bajo la rúbrica de la falta de estado.

De pronto, entonces, estamos más cerca a la pregunta que hace Moten en su otro libro. Va surgiendo, entonces, la razón por la cual puede preguntarse si será que la pulsión de la libertad es siempre una pulsión conservadora. ¿Será que la libertad es conservadora si estamos hablando de las libertades que surgen del pensamiento de Kant, las libertades del estado, las libertades del liberalismo, todas articuladas de espaldas o encima de las espaldas de una de las más crueles maquinarias de la privación de la libertad que existieron en la historia—la esclavitud racial del siglo XVIII? En este marco, comienza a parecer que para hablar de la libertad anárquica de la imaginación, esa a la que Kant le tenía repelillo, Moten recurre (como otros pensadores contemporáneos) a la palabra “escape”,  “fuga” o “abolición”.

Paro aquí, por ahora, pero si quieres seguir, sigo acá.