Una mala maña

cuaderno de lecturas: un segundo comentario sobre "stolen life" de fred moten

Leer Stolen Life de Fred Moten un julio y agosto del 2020 (2/3)

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Como dije antes, me puse a leer Stolen Life de Fred Moten porque tenía una línea de In the Break, otro libro de él que leí hace unos años, acechándome—era una pregunta de esas a las que Moten recurre como atajos, y decía algo como: “¿y qué si la pulsión de (¿a?) la libertad es [una pulsión] conservadora?”.

Reconozco y puedo ver cómo Moten desespera un poco. Por un lado, se divierte demasiado con inventar palabras, con meterle un prefijo o una sílaba adicional a toda palabra y uno de pronto se tropieza y tiene que darle cabeza. Por el otro, sus ensayos no concluyen. O sea, no es que tenga una tesis y nos muestra la ecuación que lo llevó al resultado para que así entendamos con lo que vamos a dar al final. Al escribir, tantea, juega, y va por ahí conversando con gente, citando párrafos larguísimos de otras personas y haciéndoles compañía y de pronto nos tira una pregunta que realmente podrían servir de tesis; o nos tira cuatro líneas que nos proponen cuatro tesis posibles de las que seguirá explorando una para terminar, como en el principio, recurriendo a alguien que quizás lo dijo mejor o distinto a como él lo dijo. Por eso hay que darle suave, o simplemente pichear.

Una de esas palabras de Moten es “aposición”. Para él, la aposición es una forma de improvisación. Es un poner al lado para ver qué resulta, o poner al lado porque no hay de otra, o poner al lado porque tiene sentido, o poner al lado porque no tiene sentido hacerlo. La aposición también es una cuestión existencial, pero eso no viene al caso ahora mismo. Lo que importa es que, en el ensayo “Knowledge of Freedom” a la reflexión sobre la libertad, la imaginación y Kant, Moten pone de manera “aposicional” varias narraciones autobiográficas y biográficas (como la de Oulaudah Equiano) sobre la abolición y la libertad de personas que fueron alguna vez esclavizadas. Es un experimento, un ensayo, y lo que impulsa a Moten es preguntarse sobre los límites o las trampas o la imposibilidad de contar una historia de libertad dentro de los géneros (literarios) de la libertad. O sea, ¿es posible contar una historia libre? Lo que busca es explorar o tantear la paradoja que surge cuando las autobiografías o biografías de gente esclavizada intentan expresar la libertad, pensar el conocimiento de la libertad, un conocimiento que surge y está atrapado en la interrelación de la determinación del alfabetismo y la sujetividad moderna (y, por lo tanto, nunca se aleja de las herramientas del amo, de la filosofía y gramática conceptual que subtiende la esclavitud). O sea, Moten mira cómo alguien que intentaba escribir su autobiografía lo tenía que hacer a través del lenguaje del amo, a través de los géneros del amo (la autobiografía, el relato teleológico de cómo llegaste al presente, y cómo tú como sujeto individual lograste lo que lograste), y el marco conceptual del amo (el sujeto voluntarioso soberano y libre del liberalismo). Contar la historia de libertad, o una historia libre, es una tarea, entonces, imposible: en un texto escrito a partir de los estándares de la libertad sólo puedes encontrar esa libertad. Pero precisamente porque estos textos están escritos a partir de (advierto que voy a redundar un montón en esta oración para estar claro) los estándares de la libertad como forma de constatar los estándares de la libertad desde el punto de vista de alguien quien alguna vez se encontró fuera de esos estándares (y a quien se le impusieron) es posible encontrar momentos de tensión que muestran las contradicciones o los puntos ciegos de esos estándares de la libertad.

Mucho despúes, Moten hace una de esas preguntas taquigráficas que mencioné antes: “¿es el conocimiento de la libertad siempre el conocimiento de la experiencia de la libertad aun cuando el conocimiento precede la experiencia? ¿Será que la doble existencia [de los sujetos una vez esclavizados de los que habla], en su doble visión de la libertad (como libertad de la lucha por libertad), deja la experiencia vivida abandonada por el camino?” (92). Creo que, con esto, lo que Moten quiere preguntar es ¿qué perspectiva única ofrece la doble existencia de los sujetos una vez esclavizados en tanto pueden recordar un momento anterior al querer la libertad (un momento anterior al ser esclavizados y entrar al marco narrativo de la libertad moderna)? ¿Y cómo accedemos esa perspectiva, con qué modo de análisis o qué lenguaje?

Para Moten, se haría a través de una improvisación, una lectura improvisada que se fije en los quiebres, en los hiatos, en los momentos en los que se interrumpe, ya sea por un gesto o una mala interpretación o una fuga los marcos de nuestro conocimiento de la libertad. Para esto, tenemos que prestar atención, tener cuidado al escuchar los ecos de esos gestos—eso es lo que hace el black study—, sintonizarlos para estar claros que, fuera del conocimiento de la libertad (y sus tradiciones y sus narrativas y sus filósofos y sus políticas y sus éticas y sus reglas y sus leyes y sus juicios), ya “sabemos todo lo que tenemos que saber sobre la libertad”.

¿Qué nos dice esto sobre la cuestión de que es posible que la pulsión de libertad sea una pulsión conservadora? Quizás que la pulsión de libertad es conservadora si la entendemos a partir del conocimiento de la libertad porque sólo puede terminar afirmando la misma estructura y tradición que subtiende la deshumanización de la esclavitud moderna o porque se constituye a partir de las mismas estructuras filosóficas; o porque sólo puede afirmar el sujeto individual, el sujeto soberano y su ley soberana; sujeto y ley que lo son en tanto le ponen diques a la imaginación; en tanto que la domestican por miedo a… ¿a qué?

Paro por ahora, pero si quieres seguir, empecé aquí, y también termino acá.